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28
Feb
2020

¿Toda muerte por accidente de trabajo vale igual?

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Era el año 2002 cuando me inicié como médico y me tocó hacer el servicio rural pero en la modalidad equivalente, es decir no remunerado en un número de horas de trabajo semanales menores al regular. Tuve mucha suerte porque lo hice muy cerca a la ciudad de Zarumilla en Tumbes porque me ofrecía 10 puntos que estos luego me valdrían en mi calificación para cuando postulara a la segunda especialidad.

En una oportunidad cuando estábamos ya casi al final del turno del día (de los pocos días que estuve por ahí), llegó un señor con una bala en la pierna que se desangraba terriblemente, yo poniendo en práctica mi entrenamiento, hice todo lo que había aprendido en mi querida universidad, con mucha adrenalina y mucho pero mucho miedo de por medio, porque a mis 27 años había dejado mi casa, mi cuarto, mi familia, mis amigos para convertirme en médico y obviamente tenía que estar a la altura de las circunstancias. Logramos estabilizar al paciente con la ayuda de la señora obstetriz (solo nosotros dos), y este nos decía en todo momento que lo ayudemos y que no lo dejásemos morir.

Avisamos por radio al Centro de Salud de Zarumilla que estábamos trasladando a un paciente con esas características y nos decían que lo llevemos de frente a Tumbes, pero nuestro actuar respondía a que la movilidad era un carrito Toyota tipo station wagon que gentilmente un vecino del pueblo ofreció para movilizarnos. Entonces tiramos el asiento de atrás y subimos a la parte trasera con el paciente, quien por momentos perdía el conocimiento y que para ese momento, en mi corta carrera médica y a pesar de todo lo leído en los 8 años de carrera, solo atinaba a decirle: No se duerma por favor, que era una frase seguramente sacada de alguna película. La carretera aunque asfaltada era tortuosa y por la velocidad de la urgencia veía cómo la obstetriz y yo nos golpeábamos la cabeza y demás partes del cuerpo contra la estructura del carro, porque obviamente estábamos sin cinturones medio sentados o agachados sosteniendo al paciente y los accesos venosos colocados. Finalmente pudimos llegar a Zarumilla y entregar al paciente para su traslado, por ahí escuche a alguien que nos increpó diciendo por qué no habíamos ido a Tumbes directamente, pero no hicimos caso. Luego supe que la ambulancia lo llevó, pudieron atenderlo y evitar un triste final. Luego del evento pensaba en el temor y miedo que sentí, dándole gracias a Dios que siempre estuvo con nosotros y no permitió que el auto que nos transportó pudiera perder el control y quizás accidentarnos y/o  morir trágicamente.

El objetivo de esta narración es poder transmitir mi experiencia porque sé que todos los médicos que hemos realizado este servicio rural tenemos una historia que contar. Lamentablemente en estos días una colega muy joven no podrá contar su historia porque ella no tuvo tanta suerte y falleció, es decir muere un médico más, como todos los años, en el mismo trabajo del servicio rural, obviamente en diferentes escenarios. Leía opiniones que aconsejaban se elimine este servicio, otros que no aconsejaban viajar durante este servicio y otras más seguramente con las mejores intenciones, pero en ninguna leí que en ese trabajo todos nosotros conocemos las condiciones laborales y a pesar de eso nadie hace ni dice nada, como sí se dijo cuándo lamentablemente fallecieron electrocutados una pareja hace un par de semanas en un local de comida rápida. Por otro lado la semana pasada murió electrocutado un trabajador que contrataron en una casa particular para hacer una labor menor; escuché en el reportaje televisivo donde su hermano decía que llevaba puestas sandalias para trabajar. La semana previa otro trabajador en un empresa textil informal también murió, y entonces con respecto a las recientes normas legales en seguridad y salud promulgadas más allá de su efectividad y eficiencia desde el punto de vista técnico me preguntaría si estas nuevas normas ¿tendrían algún efecto en estos últimos tres casos?, porque si estas no tendrían ningún efecto pensaría que entonces que el valor de responsabilidad del empleador o de la velocidad en que la noticia se convierta en una publicación viral en las redes sociales y el valor monetario por indemnización no serán similares, entonces podría pensar que estas diferencias dependerán de dónde trabajes, es decir empresa formal o informal o privada o pública, lo cual no me parece correcto si realmente queremos afrontar el problema.

Déjenme decirles, de lo que si estoy seguro es que el sufrimiento y miedo en cada uno de esos trabajadores en el momento del accidente y posteriormente la tristeza en sus familiares, ha sido  el mismo en todos los casos.

No necesitamos reactividad sino proactividad cuyo alcance beneficie a todos por igual.

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